viernes, 1 de enero de 2010

Día 35: Fin de año I

Se acabo el año y yo sigo en las mismas. Los dueños de la pensión desaparecieron y los habitantes también, se aburrieron de las condiciones insalubres en que se encuentra, es que yo nunca he sido buen administrador de nada, ni siquiera de mi vida. Los baños están asquerosos, ni siquiera hay moscas, les debe dar asco entrar. Yo ya me acostumbre, es más agradable que dormir en la calle. Además, puedo decirle a mi madre que estoy viviendo "en algún lugar", así me ahorro los adjetivos que le gusta conmigo cuando no tengo un techo que me resguarde. Cuando se entero que vivía en una pensión decidió venir a conocerla y yo decidí que nunca más le diría donde vivía.


Llego a la semana, dos días antes de navidad, ahora no solo tendría que lidiar con las luces navideñas por doquier, sino también con ella. Obviamente quedo anonadada cuando entro, el lugar claramente era un chiquero, la calle estaba más limpia. Lo primero que me pregunto fue por la bicicleta que estaba en la entrada. -es mía- le conteste. Sabía lo que me diría, siempre encontró que andar en bicicleta era para la gente pobre. Por lo menos con su llegada la pensión tomo nuevos aires y en una semana ya la tenía impecable, aunque ella planeaba tenerla perfecta para navidad. En realidad a mi me daba lo mismo la limpieza, me agradaba eso si llegar y tener un plato caliente para comer, el pan con mantequilla y la taza de té me tenían un poco aburrido.

Para la noche buena decidió invitar a toda mi familia, padre, hermanos, sobrinos y mi único abuelo que quedaba vivo. Lamentablemente, para ella, ninguno quiso venir, yo me alegre al saber que no tendría que ver a toda esa gama de personas hablando y haciendo ruido durante toda una noche, sobretodo porque yo trabajaba al día siguiente. Esa noche la pasamos nosotros dos solos, comiendo un pavo que había comprado. Un cadáver sobre la mesa, recién salido del horno, sin plumas ni cabeza, con las patas amarradas con una cuerda delgada. Totalmente desagradable, solo comí las papas y una salsa agridulce que ella siempre hace para estas fiestas.
Me regaló una bufanda, otras más para guardar en el ropero. Yo le regale un libro, aunque sabría que respuesta me daría: -pero si sabes que no me gusta leer estas cosas- prefería regalarle eso, con la esperanza que algún día leyera todos los libros que le había regalado cuando yo era joven. Aunque los lea cuando este postrada en su cama.

Nos fuimos a dormir temprano, fue una noche agradable después de todo, ya estaba algo aburrido de estar solo en esa casa tan grande.

Para el año nuevo logró convencer a mi familia de que pasara el año nuevo con nosotros. Yo preferí emborracharme esa noche. Era demasiada la presión de estar con tanta gente y no quería ser el mismo de siempre, preferí pasarlo bien la última noche del año, pensando que tal ves así, el año siguiente seria más entretenido que este.

La noche fue larga, muy larga...