sábado, 21 de marzo de 2009

Enamorado por un momento.


No quería estar solo en la pensión, asi que preferí salir a pasear. Contemplar el anochecer en la cuidad me asombró, las luces, los edificios, hasta los automóviles me parecieron hermosos, por un momento me enamore de mi cuidad. Claro, si no fuese por la bulla podría vivir en la calle.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Dia 23: Cigarros y soledad

Estoy pensando seriamente en cambiar de trabajo. Ya ni ganas tengo de levantarme y menos de ducharme para llegar a ese lugar en donde no existo para nadie. De hecho, hace tres días que no me baño y parece que nadie se da cuenta. El problema es que no se que hacer, porque si dejo de trabajar no tendré dinero para pagar la pensión y eso implicaría tener que dormir en la calle, pero no quiero volver a ese lugar, no por el frío o la humedad, sino por la bulla de la gente gritando y de los motores funcionando que no me dejan ni dormir ni comer en paz. Es por eso que reprimo las ganas de salir corriendo de ahí, o de usar alguno de los utensilios que hay ahí para matarlos a todos y reírme frente a los cadáveres. El otro día estaba lavándome los dientes y pensaba en como sería si a los cepillos de dientes de cada uno de mis compañeros les agregara acido fórmico. Podía ver nítidamente los cuerpos tirados a través del espejo, que refleja el mesón de trabajo. Especialmente el cuerpo de una mujer muy bonita pero que no para en hablar en todo el día, me alegraba pensar en lograr el silencio absoluto de ese lugar. Pero a la vez me alegra ser un cobarde, porque nunca podría hacer algo así. He pensado también en suicidarme, y en este punto llegue al límite el día de ayer donde prácticamente una segunda voz en mi mente repetía incesantemente la palabra "mátate". Al fin tuve que salir a fumarme un cigarro, aunque hace más de dos meses que no lo hacía.



Para más remate he quedado solo en la pensión. La dueña y su hija salieron de vacaciones y en estas fechas no llegan pensionistas, en una casa tan grande me siento...feliz, me relaja la soledad y el silencio, aunque no hay nada que impida que mis pensamientos salgan y me terminen amargando el día. Por eso prefiero salir a la calle, fumarme un cigarro y mirar como la gente pasa gritando y los motores ensordecen el ambiente, hasta que me da sueño y me voy a la cama tratando de no pensar en nada. Es así como al otro día despierto sin acordarme de mis sueños, con el ruido del despertador que me avisa que me tengo que levantar a trabajar, y con mi cabeza funcionando nuevamente.

Espero que Anaís llegue pronto para que podamos conversar nuevamente, aunque sean cosas mundanas y sin importancia, y para escuchar en la mañana a su madre gritando en la cocina. Parece que me estoy volviendo viejo y la idea de estar solo me espanta.