Día Primero:
En fin, el señor, que aun no tiene nombre, una porque no se lo he preguntado todavía y otra porque extrañamente el no me lo ha dicho, me invita a tomar un café al restaurant que esta al otro lado del puente, invitación que obviamente acepto, o sea, estaba muerto de frío y algo tenía que ganar de esa reunión, aunque sea un café y un pastelillo. Entramos al local, y los cuatro pelagatos que bebían junto a la televisión nos miran y se ríen entre ellos, yo los miro con cara de enojo, hoy no ando de ánimos, ellos se dan media vuelta y siguen viendo la tele. Me siento al lado de la ventana para por lo menos ver el cielo estrellado en el caso de que la conversación se vuelva tediosa. El café llega y el me dice después que unos minutos de silencio:
-Yo a ti te conozco-
-jajaja- me río despiadadamente, ya estaba aburrido y me quería ir a casa o más bien a ese lugar en el que vivo
-no, yo no te recuerdo de ninguna parte, así que estas equivocado, creo que te equivocaste de persona, lo siento, acabas de malgastar dinero en mi creyendo que era otra persona, mejor me voy, gracias por el café- le digo y después bebo de la taza rápidamente y me largo de lugar.
-Ahhh....usted de nuevo, no gracias yo puedo solo- me levanto y me apresuro en librarme de él.
-¿porque huyes?- me dice con esa voz nuevamente escalofriante
-no huyo, usted no me conoce, ojala encuentre a la persona que busca, pero yo no soy esa persona, así que vuelva por donde vino, buenas noches-.
Ese viejo ya me había arruinado la noche, y mientras me alejo de el- o por lo menos eso creo- se me viene un antiguo recuerdo de mi niñez, y de mis andanzas en ese puente, con mi amigo, mi gran amigo Tomás, ¿porque se me viene ese recuerdo a la cabeza? A Tomás no lo veo desde hace años, desde que sus padres se mudaron lejos de aquí debido a la enfermedad de su madre. En fin, cabeza loca mía que se gasta su memoria en recordar esas cosas.
Llegando a mi casa temporal y me encuentro con Anaís, la niña de la pieza de al lado que siempre me recuerda que "mañana tengo que botar la basura", esta noche no fue la excepción:
-Andrés!- me grita con esa voz de niña dulce, niña le digo de cariño porque en realidad ya es toda una mujer.
-¡Si, si, mañana la botaré, no te preocupes, buenas noches!-le grito desde la puerta de mi pieza con la esperanza de que no me conteste alguna pesadez como siempre.
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